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Las plataformas low-code como Shopify eliminan barreras al emprendimiento y abren oportunidades históricas para diversos grupos sociales, impulsando inclusión y crecimiento.
Durante décadas, la travesía para emprender estuvo presidida por barreras formidables. Montar un negocio exigía no solo destrezas técnicas avanzadas sino también la capacidad de movilizar capital considerable y acceder a redes privilegiadas. La entrada en el comercio electrónico suponía, con frecuencia, la contratación de programadores, inversión en infraestructura informática y el alquiler de oficinas –un conjunto de requisitos que podía traducirse automáticamente en costos de varios cientos de miles de dólares, excluyendo así a gran parte del talento potencial. Sin embargo, un notable punto de inflexión tecnológico podría estar reescribiendo estas reglas.
Un reciente estudio desarrollado por Bryan Stroube (University of Kentucky) junto al profesor Gary Dushnitsky (London Business School), documenta cómo las denominadas plataformas “low-code” –con Shopify como caso paradigmático– se posicionan para transformar el panorama del emprendimiento, facilitando el acceso y rivalizando con esquemas de exclusividad que hasta ahora limitaban posibilidades.
La innovación técnica subyace como motor en la evolución de plataformas como Shopify, Wix y BigCommerce. Estas herramientas –calificadas como low-code por su interfaz intuitiva y simplificada– liberan a los emprendedores de los complejos requerimientos de programación. Adopte el usuario una analogía visual: el proceso de construcción de su tienda en línea puede asimilarse al ensamblaje de un set de Lego, donde cada módulo –procesadores de pago, control de inventarios, visualización móvil– encaja sin esfuerzo, y el código deja de ser un obstáculo inquebrantable.
¿Por qué los expertos consideran revolucionarias estas soluciones? Fundamentalmente por tres ventajas estructurales:
El crecimiento exponencial del mercado low-code refuerza la magnitud de esta tendencia. Estimaciones independientes anticipan una expansión que llevará este segmento de $37,000 millones de dólares en 2015 a $264,000 millones hacia 2032, en buena medida gracias a su atractivo frente a usuarios con recursos financieros restringidos. Vale subrayar que Shopify, por sí sola, ya capitaliza alrededor del 10% del mercado global del software para comercio electrónico. De acuerdo con Aaron Levie, CEO de Box, “Dispongo de un amigo que comercializa globos en línea... Difícilmente habría iniciado su empresa si Shopify no existiera”.
La irrupción de la tecnología low-code genera condiciones inéditas para acceder al emprendimiento –pero, ¿quiénes sacan el mayor provecho de esta apertura? Para responder, Stroube y Dushnitsky construyeron una base de datos exhaustiva de más de 160,000 iniciativas apalancadas en Shopify, distribuidas en 32,000 vecindarios de los Estados Unidos. Utilizando los servicios de recopilación tecnológica BuiltWith y cotejando variables sociodemográficas extraídas de los American Community Surveys, los investigadores observaron un hallazgo relevante: los vecindarios con mayor proporción de habitantes de raza negra presentaron un incremento significativo de proyectos impulsados a través de Shopify. De hecho, detectaron que cada aumento del 1% en la prevalencia de población afroamericana coincide con un ascenso del 3% en el surgimiento de nuevas empresas respaldadas por dicha plataforma.
Este fenómeno, opina Dushnitsky, representa una disrupción respecto a los patrones históricos que reservaban el emprendimiento para regiones con alta concentración de capital financiero, social y humano –pensemos en Silicon Valley o enclaves urbanos adinerados–, ya que en la actualidad están apareciendo negocios en parroquias rurales y zonas tradicionalmente subrepresentadas a lo largo y ancho del país.
El corpus empírico recabado por Stroube y Dushnitsky describe un desplazamiento alentador en el mapa emprendedor estadounidense: la tecnología emerge como factor igualador más que excluyente. Las plataformas y herramientas de inteligencia artificial (IA), remarca Dushnitsky, permiten que personas provenientes de grupos históricamente relegados reclamen su lugar legítimo en la economía digital: “Al eliminar las barreras de entrada, las low-code y la IA posibilitan que individuos de contextos socialmente marginados participen activamente en el crecimiento económico”.
Cabe enfatizar, además, que estos nuevos negocios trascienden el modelo de hobby o ingreso secundario ocasional. Son, en muchas instancias, empresas consolidadas, con bases fieles de clientes y propuestas de escalabilidad real. Su impacto también tiene ramificaciones para la economía local en comunidades que durante mucho tiempo han permanecido ajenas al interés de inversores o entidades tradicionales.
El auge de los denominados “emprendedores low-code” coincide con la proliferación de asistentes de inteligencia artificial y herramientas de diseño denominadas vibe coding, que refuerzan la lógica de control, autonomía y accesibilidad. A diferencia de quienes dependían de la aprobación de un inversor ángel o esperaban la agenda de un desarrollador senior, este nuevo colectivo impulsa proyectos validados por su propia intuición de negocio y el apoyo inédito que brindan IA y plataformas asequibles.
Visualicemos las implicaciones: ya no es utópico describir “un estilo sobrio, minimalista o femenino” y que la IA genere automáticamente un tema estético integral para una tienda en línea. Desde la generación de descripciones de productos, pasando por el direccionamiento de campañas publicitarias, hasta la automatización de respuestas para atención al cliente, estas tecnologías están integradas actualmente en sistemas como Shopify, Squarespace o Wix, acercando así el emprendimiento a creadores, innovadores y pequeños empresarios como nunca se había visto.
Como sintetiza Dushnitsky: “Gracias a la difusión de plataformas low-code y al avance inexorable de la IA, el ecosistema emprendedor puede volverse más plano, más equitativo y considerablemente más creativo, dando lugar a una vibrante economía que refleja la diversidad de las comunidades donde surge”.
Las posibilidades abiertas son en extremo alentadoras. Quien aspire hoy a impulsar su sello de moda, lanzar un producto alimenticio especializado o iniciar una consultoría digital ya no encuentra en los recursos tecnológicos o en las estructuras heredadas el escollo principal. La ecuación se reconfigura: el valor yace ahora en la originalidad de la idea, la autenticidad del proyecto y el alcance de los sueños de cada emprendedor.